“El banquero es una persona dispuesta a hacerte un préstamo si puedes probar que no lo necesitas.”
Herbert V. Prochnow
¿Quien pensó que la necesidad de refugiarse en los brazos de los banqueros centrales, era necesario para salvar el capitalismo?
Probablemente recordarán, que durante el largo invierno de 2009, delante de la absoluta barbarie financiera que azotaba los mercados financieros; el G20, absolutamente consternado por el enorme desafío que puso en jaque el capitalismo, decidió dar el destino de economía mundial, a Ben Bernanke. Agarrarse a un clavo ardiente, en época de necesidad, a veces no es una solución, más bien una falta de opciones. Dejar en manos de un pirómano, la responsabilidad de apagar un incendio, probablemente no haya sido el mejor de los remedios.
Durante los meses de junio y julio, los principales mercados de renta variable europea, se han visto sometidos a la voluntad del mercado, mediante el efecto que supone el frenesí de capitales, cuando la reestructuración en el orden de las rentabilidades, decide variar su statu quo.
La crisis social y política que azota las economías española e italiana, han inmortalizado el nuevo germen de volatilidad. El famoso Cisne Negro, que defendía Nassim Taleb (suceso estadístico aleatoriamente im- probable), ha vuelto a aparecer, hasta que el BCE ha tenido que sacar nuevamente la manguera, para calmar la enorme tensión, en los mercados de deuda pública. La defensa de unas políticas económicas inverosímiles, propuestas por el populismo reinante en Italia, han centrado el foco entre los especuladores. La falta de entendimiento, entre las fuerzas políticas más votadas, ha sido mal digerido por los mercados, que siguen afianzando en su voluntad, el chantaje a cambio de pasar por el aro. Y es que socializar las pérdidas privadas de los bancos de inversión en 2008, ha supuesto engrosar el balance de los bancos centrales (es decir, de los estados miembro), en un total estimado de 10 trilions USD y dejar al el estado del bienestar, ¡en quiebra técnica!. Deber más del 100% del PIB, se mire como se mire, es insostenible. Este poco espacio de maniobra, como consecuencia de no querer asumir el fracaso en época pasada, ha supuesto una década de dificultades a toda una generación de la clase media, provocando un desfase económico entre ricos y pobres, que no hace más que explicar, que la solución tecnócrata a la crisis del pasado, ha sido un alivio para la banca privada, a cambio de someter el estado del bienestar, dejando una semilla en la crispación social, que puede tener complejas consecuencias, justo en el momento que el ciclo económico vigente, llegue a su fin.
Así lo hemos visto en esta entrada de verano, en el que hemos podido comprobar nuevamente que el mercado de manera repetida, hace chantaje a los estados mediante el coste de financiación. Si las políticas no agradan al mercado especulativo, aprieta la prima de riesgo, con violentos movimientos capaces de asustar al más cuerdo. La repentina subida del bono italiano a 2 años, del -0,38% al 2,5% semanas atrás, se explica en un sugerente aviso a los dirigentes italianos. Si pasáis de las palabras a los hechos, ¡2.500MM EUR más en intereses!. Triste es la vida del deudor,… ¿verdad?
Este chantaje ni cesa, ni cesará. El mercado ha perdido cualquier razón y solo entiende un idioma, el idioma de la codicia y mientras los precios sigan ganando la batalla, los estados sufrirán en su propia incompetencia, el coste del desconocimiento. El mundo desarrollado, necesita reformas liberales, que dejen en manos de la innata capacidad creativa del ser humano nuestro destino, en lugar de depender de la insoluble burocracia, que más que ayudar, impide avanzar. Probablemente, una amplia concienciación global, al estilo del protocolo de Kioto, es lo que necesita el capitalismo, si verdaderamente pretende perseverar su existencia. Centrar los esfuerzos en dar visibilidad a un desendeudamiento progresivo y gradual, es la solución que necesitan los estados, para no dejarse someter, al chantaje del mercado especulativo.
Fíjense como las economías desarrolladas, han venido siendo lideradas por los banqueros centrales en materia económica, en lugar de imperar las soluciones basadas en la economía productiva. Es el liberalismo y dar rienda suelta a la imaginación, lo que dará paso a la creación de un empleo sostenido y de un consumo responsable. La alternativa ya es conocida; crédito fácil, sumisión a las burbujas y consumo irresponsable. Hablemos entonces de liberalizar y apoyar a los emprendedores, y tal vez luego, podamos hablar de políticas sociales. Hacerlo de otra manera, es hablar por hablar, puesto que no hay gasto público sin reducción de la deuda, no hay reducción de la deuda sin superávit y no existe superávit sin incrementar la partida de ingresos (NO LA DE LOS RECORTES), mediante un mayor ingreso en el impuesto directo (un IRPF grabado sobre mejores sueldos y un notorio y más amplio impuesto sobre sociedades, no como consecuencia de un mayor gravamen, sino de un mayor crecimiento de los beneficios). Aplaudamos un nuevo gobierno capaz de impulsar la creatividad empresarial, que flexibilice la jornada laboral, que impulse la creación de nuevas empresas, con menos costes y menos burocracia. Quizás de esta manera, lograremos incrementar la hucha de la seguridad social, mediante la reducción de subsidios de desempleo y mediante la capitalización de la riqueza, gracias al capital de las ideas impulsado del incentivo de la iniciativa privada. El mundo necesita una revolución liberal y quizás luego, hablaremos de una revolución social. Mientras tanto, lo que queda, inmoral, … ¡Gracias Ben!